Ismael Sánchez fue considerado durante su existencia y después de  ella una especie de Robin Hood criollo, que robaba a los ricos para  darle a los pobres. En la década de 1970 vivía en el barrio El  Guarataro, parroquia San Juan, y estaba solicitado por los cuerpos  policiales. Le decían “El Terror del Guarataro”.
Algunos vecinos suyos afirman que nunca asesinó a nadie, otros lo  recuerdan como un hombre común que vestía de short y franela, de baja  estatura, trigueño, gordito pero que jamás usó gorra ni lentes oscuros;  características que contrastan con las figuras que le representan.
La muerte de Ismael es causa de diversas confusiones, de múltiples  creencias y de inconmensurables controversias. Muchos afirman que su  nombre real es Carlos Ismael Urbaneja, otros aseguran que simplemente se  trata de un oficinista llamado Juan Francisco Carrillo, alias  “Ismaelito”, el que hoy día veneran por equivocación.
Francisco Millán, fiscal administrativo del camposanto, asegura que  Ismael no está en la tumba donde actualmente peregrinan sus devotos.  “Nosotros manejamos libros de historias de este cementerio y sabemos  cuál es el verdadero terreno donde está sepultado Ismael. Su deseo de  siempre era que lo enterraran cerca de un barrio y así se hizo”,  expresa. Al parecer unos santeros, hace más de 20 años, lo habrían  fundado allí (relativamente cerca a la entrada del cementerio) para  hacer más fácil el acceso al público.
Los vecinos cuentan que Ismael murió asesinado a puñaladas por el  malandro Leo en la parroquia 23 de Enero, otra versión asegura que fue  en un enfrentamiento con el PTJ “Chino” Jiménez en la carretera vieja de  La Guaira. A un año de su muerte supuestamente se le apareció en cuerpo  y alma a una señora mayor que padecía de cáncer y, después de aquello,  ella fue curada milagrosamente de su enfermedad, desde entonces Ismael  pasó a ser un mito espeiritual.
