
Aguas encantadas teñidas de sangre
Cuenta la leyenda una historia de amor que terminó en tragedia. Ocurrió en el
lecho del río que hoy conocemos como Yurubí, y hay quienes aseguran que sus
efectos se pueden percibir actualmente.
De los Jirahara que poblaron Yaracuy era famosa su furia en batalla y lo
atractivo de sus mujeres.
Todas eran hermosas, lo que causaba envidia entre las tribus vecinas, pero una
india en especial irradiaba una belleza incomparable, admirada por muchas y deseada
por todos. Era la princesa Yurubí.
Ella era el tesoro más preciado del Cacique Jirahara, quien aguardaba para ella
el mejor esposo, un respetado noble o el más valiente guerrero.
Vivía la princesa rodeada de los más ostentosos lujos y atendida por sus
sirvientas, pero una noche aprovechando el descanso de todos, decidió escaparse
para conocer la selva, durante el paseo, conoció a un humilde indio que iba de
caza.
El encuentro fue fortuito y fugaz, pero suficiente para que el amor embargara
sus corazones.
Otras veces salió el indio a cazar, siempre con la esperanza de encontrarse con
su amada, hasta que la noche le guió por buen camino. El joven indio y Yurubí
se confesaron amor eterno y acordaron encontrarse cada luna llena en el mismo
sitio, a la margen del río.
Mientras la princesa jirahara vivía apasionadamente su romance secreto, el gran
cacique arregló una boda, pese a lo reacia que se mostró su hija, quien luego
debió tomar la difícil decisión de olvidarse de su gran amor para no
contradecir a su padre. El novio sería un bravo guerrero que venía de brindar a
la tribu una gran victoria en guerra y nuevas tierras.
Hechos los planes y entrado los preparativos, una hechicera despreciada por su
aspecto sucio y malas intenciones, utilizó su magia para espiar a la hermosa
princesa que ahora tenía como prometido al mejor guerrero.
Invadió los sueños del bravo indio, y le dio pista sobre el próximo encuentro
de Yurubí. Cegado por los celos y la deshonra que causaría a su nombre, tomó su
arco y las flechas más puntiagudas para tomar venganza.
Ajena a los planes mortales en su contra, Yurubí asistió a la última cita que
serviría como despedida de aquel joven cazador y dueño de su corazón.
Explicados los motivos decidió dar el último abrazo.
Aquella escena provocó la ira desmedida del guerrero que observaba a distancia,
y sus ojos se tornaron de un rojo fuego. Sin dudarlo, desenfundó una flecha y
propinó un tiro letal a quien fuera también su amada.
Yurubí murió en brazos del joven cazador. Desconcertado por la mortal escena
decidió que el río, lugar de encuentro con su amor, se hiciera con el cuerpo de
la princesa y lavara su sangre. La segunda flecha atravesó el pecho del indio,
quien cayó cercano a Yurubí.
Se estremeció en cielo y ocurrió un inesperado eclipse, que despertó al
guerrero de su trance y viéndose responsable de aquella locura, huyó para jamás
volver. La montaña y la luna provocaron una crecida, que arrastró los cuerpos
de los amantes para desaparecerlos en su cauce y limpió las aguas, teñidas de
sangre.
Un hechizo poderoso se fraguó en ese instante, y quedó en el lugar para
siempre. El río es testigo eterno del amor de Yurubí y el humilde indio
cazador, contagiando a aquellos que se posen en su caudal.
Dicen que de noche, siempre cuando hay luna llena, se escuchan las risas de
aquellos enamorados, que víctimas de la envidia, y el despotismo hallaron la
muerte.